La experiencia no pudo ser peor. Para empezar, el baño no tenía puerta, pero la cosa no se queda ahí. Supuestamente tenía cortinas para dar "algo" de privacidad, pero es que faltaba 1, con lo que si es maravilloso si quieres que tu pareja o acompañante te escuche mientras haces tus necesidades. La bombilla principal de la habitación estaba fundida y la recepción del hotel no quiso cambiarla, con lo que tenías que utilizar la de la mesa de escritorio y levantarte para apagarla al ir a dormir ya que el interruptor no quedaba cerca. La habitación parecía una cárcel, muy sobria y de hormigón. Tampoco había aire acondicionado por supuesto, no es que sea muy necesario en Bélgica pero para un hotel de 3 estrellas que cuesta 125€ se esperan unos mínimos. El hotel no proporciona gel ni champú, únicamente jabón de manos. Nos tuvimos que duchar con eso y suerte que eran dos noches porque al segundo día nos picaba la piel al no ser un producto adecuado. Y ya para terminar, la guinda del pastel, el hotel se situa en el barrio de Molenbeek, que si buscáis en google, veréis que es un barrio en el que vivían los terroristas del atentado de París 2015. Es un barrio multicultural por el que mejor no pasear. Las puertas del metro más cercano están abiertas permanentemente, supongo que para que la buena gente de allí no las rompa porque no paga ni uno. De verdad, mejor ve a otro hotel, cualquier cosa será mejor.