Aunque esté en plena naturaleza y en un lugar muy tranquilo, las habitaciones son minúsculas y tristes, sin ninguna decoración. La televisión en la pared del cabezal, con lo cual no puedes verla desde la cama. El baño, pequeño, y debes sentarte de lado en el retrete porqué no te caben las piernas, ni a una persona como yo, que no llega al 1,60. No hay aire acondicionado, sólo un ventilador. Me decepcionó mucho y encima pagamos 87€ por una noche. Lo único que valía la pena era el restaurante, que lo gestiona una empresa externa, Samuga. Cenamos muy, muy bien, buena cocina y el precio adecuado. Ellos se encargan también de la carta de desayunos, que es variada y completísima. Les damos especialmente las gracias por habernos alegrado la estancia.