Es un verdadero hotel con encanto. Muy sorprendente. Silencioso, muy amplio, tranquilo, cómodo y en el centro de la ciudad.
Con muy buena restauración al lado (destacamos, especialmente, la calidad de la cocina del bar restaurante A Foc Lent, que está justo enfrente del hotel, en la Praça del Mercadall, 37.
Y, sobre todo, la simpatía y eficiencia de Ioanela en la recepción.
Volveremos seguro.